Educar es amar
Por: Eliette Quintero, r.a.
Este año celebramos 186 años de fundación, y valdría la pena preguntarnos, ¿Cómo educar hoy? Después de 186 años, ¿tiene vigencia el carisma de la Asunción? Yo diría que sí.
En 1842, María Eugenia siendo una joven religiosa escribe los “Consejos sobre la educación”, un pequeño tratado donde instruye a las hermanas hacia dónde se debe orientar la educación en la Asunción y que sigue vigente para todo educador y educadora asuncionista.
Santa María Eugenia estaba convencida de que el método de enseñanza de La Asunción consistía mantenerse lo más cerca posible de Jesucristo, creía que la fe daba más inteligencia que los años, y que uno de los fines de la educación era preparar a los jóvenes para la vida, es decir, una educación que se preocupe del ámbito académico, pero que no deje fuera ninguna dimensión de la persona. Una educación integral que aborde las diferentes dimensiones de la persona y que tenga implicaciones sociales.
Para María Eugenia, la educación en la Asunción debe procurar continuar la misión de Jesucristo, cada hermana, cada educador, cada laico, debe “actuar como representante de Jesucristo, hacer y decir lo que Él hubiera dicho y hecho, querer lo que Él ha querido, penetrar sus designios y dirigir nuestras miradas humanas allí donde su mirada divina se hubiera detenido”.
Estamos llamados a hacer presente a Jesucristo, aun en medio de una sociedad laica que parece querer quitar a Dios del centro para buscar y entronizar otros pequeños dioses, incluso de endiosarse a sí mismos a través de un culto personal alimentado por el abuso de las redes sociales donde el mundo actual vive sumergido. Estamos llamados a inflamar en nuestros estudiantes el amor divino, la virtud, el celo hacia su Palabra, la caridad, la justicia y la verdad. El amor es otro punto clave en la filosofía asuncionista. Santa María Eugenia insiste en que “es preciso que amen (a los estudiantes), y no crean que amar es siempre cosa fácil, sobre todo cuando los defectos se encuentran en el ser que tiene que amar”. Amar no es tarea fácil, por eso, continúa diciendo SME, “dejemos que sea Él quien ame en nosotras. Él nos enseña que ninguno de nuestros esfuerzos debe ser el último, y que el celo, como el amor divino del que procede, no debe decir nunca: Ya basta”. Eduquemos con amor, vivamos el carisma legado por María Eugenia y seamos el rostro de un Dios misericordioso, para que al vernos nuestros estudiantes vean a Dios que les acoge, les escucha, les perdona y les ama.
1. Consejos sobre la educación, dedos por la Madre María Eugenia de Jesús, en 1842